Minúsculas: «El lenguaje de los pájaros», de Farid Uddin Attar

El año pasado presencié uno de esos milagros maravillosos que ocurren al saltar de un libro a otro: descubrí “El lenguaje de los pájaros”, un extenso poema místico escrito por Farid Uddin Attar entre los siglos XII y XIII, en Nishapur, Jorasán, al noreste del actual Irán.

El sufismo, esta rama del Islam, tenía muy poco de su fundación cuando Farid compuso esta obra llena de lirismo.

Como otras muchas piezas de la época, “El lenguaje de los pájaros” está construido sobre la base de utilizar parábolas, anécdotas y referencias a personajes de alto valor moral para instruir en los distintos momentos del poema.

En parte por la época en que se escribió, es posible encontrar fuertes semejanzas con los momentos más espirituales de «Las mil y una noches». Solo que, en este libro, la sexualidad y otras conductas más liberales están al servicio de la lección que se ofrece.

El sufismo

El poema profundiza en el viaje como medio para alcanzar una mayor consciencia espiritual, buscar la unicidad con Dios.

Al igual que en “El viaje al oeste”, la obra china del budismo, en “El lenguaje de los pájaros” viajar implica ir en busca del desapego, de despojarse de todas las ataduras para poder entrar en otro estado.

Algo similar ocurre en la mitología griega, en donde las almas deben tomar del agua del Leteo para olvidar la vida anterior.

E incluso sucede en la mitología azteca: aquí tras morir hay que atravesar el Mictlán, que contaba de nueve niveles que las almas debían pasar, superando pruebas y despojándose del cuerpo antes de llegar al descanso final.

Pero, a diferencia de los griegos y aztecas, en el sufismo, el viaje se hacía en vida. Y en el poema, Farid explica las razones, el cómo y la satisfacción, comparando siempre esta con la relación entre dos amantes, un señor y su siervo e incluso usando otras parábolas relacionadas con aves.

Entre los libros que el año pasado me sobrecogieron, este fue el único que me hizo replantear seriamente mi actitud ante la espiritualidad; y fue resultado únicamente de la profunda sabiduría y estética que hay en el mismo.

Es un poema que te invita a ser mucho mejor persona, no por un dios o religión sino por tu relación contigo como individuo.

La trama

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El libro cuenta la historia de un grupo de pájaros que fueron motivados por la Abubilla, un ave que anduvo alguna vez con Salomón, a emprender un viaje en busca del Simorg: el rey perfecto.

La obra tiene una estructura que va de acuerdo a las distintas etapas del viaje de los pájaros. Comienza con un preámbulo alegórico de Farid, quien se excusa por lo que escribirá y plantea sus motivaciones.

Luego se realiza una exaltación de Mahoma y entonces pasa a la parte de la asamblea con todos los pájaros. Aquí cada una de las aves, desde el halcón hasta la cotorra, el pavo o el ruiseñor se presentan.

Posteriormente, la abubilla explica su proyecto de invitarles a ir en busca del Simorg, esa entidad que representa la santidad. El resto del libro transcurre entre las excusas de los pájaros para no ir al viaje y la abubilla rebatiendo sus resquemores.

Luego emprenden el viaje, pero a partir de la llegada a un valle donde se atemorizan, los pájaros vuelven a expresar sus dudas y razones, ya la idea del Simorg no les parece tan interesante y la abubilla vuelve a apostrofar y a remitir parábolas.

En otros casos, los pájaros tienen miedo de cómo comportarse al llegar al Simorg, qué llevar, qué hacer o no.

Y llega la siguiente parte del poema, cuando la abubilla empieza a describir los siete valles que hay que atravesar para llegar al Simorg: la búsqueda, el valle del amor, el del conocimiento, el de la unicidad, el valle del asombro y el sufrimiento, el valle del olvido o la aniquilación.

La parte sobrecogedora

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Esta es una de las partes más intensas y sobrecogedoras del poema. Cabe señalar que Farid Uddin Attar fue el predecesor del otro gran poeta sufi, Yalal Ad Din Rumi.

También se han identificado influencias claras de este libro en algunos de los cuentos de Jorge Luis Borges, quien conocía en profundidad la espiritualidad musulmana, y el Altazor de Vicente Huidobro.

Una vez se han descrito los siete valles, los pájaros avanzan en su viaje, muchos se rinden, otros caen muertos por las inclemencias del clima. Unos son comidos por las fieras, otros se matan entre ellos por algunas semillas.

Muchos mueren de cansancio, hasta que de los millares de pájaros que emprendieron el viaje, llegan solo 30 al palacio del Simorg.

Pero este no les recibe hasta que completan su olvido de sí mismos. La siguiente parte está dividida en el final, donde los pájaros entienden que ellos y el Simorg son uno, porque al olvidarse y deshacerse de sí mismos pudieron contemplar a Dios a través de contemplarse a sí.

A esto se refiere el sufismo con la idea de la “Unicidad”. Rumi lo describe en su poema de la flauta de bambú.

Básicamente, resumiéndolo pronto y mal, se puede decir que: somos uno con Dios y mientras estamos vivos hacemos un camino hasta regresar con el amado a formar parte de él, porque Dios y todas las cosas son uno solo.

El libro concluye con un epílogo en el que se ofrecen algunas parábolas relativas a la relación con la unión con la divinidad. Se explica que quien alcanza ese estado no puede describir lo que ve, porque solo es comprensible para quien logra llegar hasta ahí.

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