El pulso entre los estudios de cine y el Sindicato de Actores de EE.UU. (SAG-AFTRA) es el conflicto más espinoso de las últimas décadas en Hollywood, un desencuentro total que, de prolongarse, podría provocar divisiones internas en ambos bandos, advierten expertos consultados por EFE.
El gremio de intérpretes inició una huelga indefinida el jueves pasado tras no llegar a un acuerdo para un nuevo convenio colectivo con la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP), que engloba a conglomerados mediáticos, cadenas de televisión y plataformas de «streaming«.
El uso de la inteligencia artificial (IA) sobre la propia imagen de los actores y los conocidos como «residuales», compensación que reciben los artistas cada vez que un servicio de «streaming» vende los derechos de una producción a un nuevo mercado, son los puntos que, según ambos colectivos, generan más fricción.
Sin embargo, de acuerdo a la mayoría de especialistas, esto es solo la punta del iceberg de un cambio en la industria del entretenimiento, que cada vez cuenta con más intermediarios y donde la facturación, en muchos casos, se ha reducido.
«Es poco probable que las salas de cine vuelvan a alcanzar los niveles de la década de los 2000. Esto implica que se hable menos de las películas y que haya menos demanda», sintetiza Mark Young, especialista en entretenimiento y profesor de la Escuela de Negocios Marshall (Universidad del Sur de California).
Un contexto retroalimentado, según explica Young a EFE, por una «bajada de la calidad media de las películas» y por un público que ve las «redes sociales u otro tipo de eventos en vivo» como alternativas a las series o películas.
Así, los expertos concuerdan que esto se ha traducido en un empeoramiento de las condiciones tanto para grandes estudios como para los propios actores que, dependiendo de la duración de los paros, podrían experimentar escisiones dentro de sus filas si no son capaces de soportar económicamente este cese de actividades.
«Existe la posibilidad de que algunas empresas se separen y lleguen a sus propios acuerdos. Por ejemplo, las televisiones tienen más en juego durante la temporada de otoño que las tecnológicas», indicó a EFE Christine Becker, docente del Departamento de Cine y Televisión en la Universidad de Notre Dame (Indiana, EE.UU.).
De hecho, mientras portavoces de plataformas como Netflix han trasladado un mensaje de tranquilidad a sus usuarios asegurando que muchas de sus temporadas ya estaban grabadas y podrán abastecer su catálogo los próximos meses, representantes de cadenas como CNN han alertado del enorme impacto que supondría la huelga.
«Es probable que aquellas empresas que cotizan en Wall Street estén aprovechando esto para hacer más recortes», esbozó Becker, consciente de las diferentes realidades para las empresas bajo el paraguas de AMPTP.
Reclamos
Los académicos también prevén que el paso de las semanas ahonde las históricas divisiones en el seno de SAG-AFTRA, donde la mejora de las condiciones para las estrellas de tipo «A» -las figuras mejor pagadas en la industria- no siempre ha conllevado un mayor bienestar de actores secundarios, de televisión o extras, entre otros.
El borrador que AMPTP presentó al sindicato en las últimas semanas incluía una mejora del 58 % en el salario mínimo para actores protagonistas pero, como contrapartida, contemplaba la adquisición de los derechos de imagen de los figurantes, por lo que solo trabajarían durante un día de rodaje y luego podrían ser replicados por IA.
La presidenta de SAG-AFTRA, Fran Drescher, trata de mantener el equilibrio para satisfacer las demandas de esos 160.000 intérpretes a los que representa, todos ellos con distintas pretensiones, ámbitos de especialidad e incluso ínfulas.
Asimismo, el año que viene también expira el contrato de colectivos como los presentadores de concursos y programas de telerrealidad, vinculados a SAG-AFTRA, por lo que, según los expertos, Drescher «deberá hilar fino» con las empresas para no quemar todas sus balas con la negociación actual.
El distanciamiento entre las partes y la diversidad en las exigencias dentro de los propios actores y compañías de entretenimiento auguran que los paros se prolonguen al menos hasta octubre, encadenando tres meses de piquetes, como ocurrió en 2007 con el sindicato de guionistas.
Aunque no trascendió mediáticamente, es ‘vox populi’ que aquella huelga se resolvió incluyendo en la mesa de negociaciones a directores ejecutivos de los principales estudios de cine. Algo que, para los especialistas, tiene pocos visos de repetirse por la falta de una personalidad de referencia para ambos bandos.