Seguro has escuchado hablar del síndrome de Estocolmo: un fenómeno paradójico que lleva a una persona maltratada a identificarse de manera inconsciente con su agresor, hasta el punto de empatizar con él, comprender y justificar sus conductas. Pero ¿sabías que esta condición también se presenta en el ámbito laboral?
El síndrome de Estocolmo laboral ocurre cuando un colaborador se identifica de manera intensa con su empresa, a pesar de estar sufriendo una situación negativa recurrente, como un clima laboral tóxico, un estilo de liderazgo inadecuado o malas relaciones entre compañeros.
Así lo explica la psicóloga organizacional Gertrudis Ferreyra, coordinadora administrativa del centro integral de salud mental @mentalmenterd, quien agrega que este síndrome también contempla manifestaciones de violencia económicas, como amonestaciones que afectan el salario, y psicológicas (situaciones que generan estrés o ansiedad).
¿Quiénes son más propensos a presentarlo?
La situación económica puede ser un factor predisponente: puede presentarse tanto en una persona con problemas económicos como en alguien que reciba un salario muy elevado. “En el primer caso, no puede prescindir de sus ingresos, y en el segundo, la suma devengada es un motivador que potencia la justificación de algunas actitudes nocivas dentro de los entornos laborales”, refiere la profesional.
La baja autoestima también aumenta el riesgo de desarrollarlo, pues no permite que las personas posean recursos psicológicos adecuados para reconocer su valía, llegando incluso a considerar que son merecedores de los diferentes tipos de violencia.
“De igual manera, cuando las capacidades intelectuales, habilidades técnicas y competencias no están en niveles por encima del promedio, se puede inferir que el colaborador, por la seguridad que representa el empleo, está dispuesto a tolerar situaciones de abuso”, dice. Patologías asociadas a trastornos del estado de ánimo, dependencia emocional y depresión, son otros factores predictivos.
Señales para identificarlo
El clima laboral no es el adecuado y en este ambiente se generan situaciones de estrés y ansiedad, que provocan malestar y sufrimiento al colaborador. Sin embargo, el afectado lo asimila como normal, llegando incluso a responsabilizarse por las situaciones. Otros síntomas son:
Lealtad extrema hacia el supervisor o la empresa. El colaborador puede mostrar una actitud de devoción, defendiendo las acciones injustas o inapropiadas. Siempre encuentra razones para no renunciar al trabajo. Marcado énfasis en los aspectos positivos del lugar de trabajo, omitiendo el mal clima laboral. Esa positividad tóxica y negación sirven como una estrategia de defensa y supervivencia. No reconoce sus derechos laborales, por lo que cree que no está en situación de hacer ningún reclamo. Miedo irracional a perder el empleo y, como resultado, puede evitar tomar medidas para reclamar sus derechos o establecer límites. Dependencia emocional por el trabajo. El afectado no concibe su vida sin él y lo pone como una prioridad.
Autoidentificar el síndrome de Estocolmo laboral es más complejo de lo que parece. Esto, según explica la psicóloga, porque quienes lo sufren presentan el mismo patrón conductual que las víctimas de violencia: no siempre son conscientes de que son víctimas.
“Las personas que son abusadas laboralmente de manera prolongada toleran y naturalizan las relaciones basadas en la agresividad, en la intimidación y en la descalificación permanente”, indica. “Incluso, las justifican apelando a argumentos como ‘mi jefe reacciona así por toda la presión que debe soportar’ o ‘yo haría lo mismo en su lugar’”.
Las organizaciones que favorecen el desarrollo de este síndrome son aquellas cuyo estilo de liderazgo es autoritario, la cultura organizacional no está centrada en las personas y las relaciones entre los colaboradores se establecen por niveles jerárquicos.
Cómo superarlo
En primer lugar, hay que conocer cuáles son las secuelas o consecuencias dejadas por su padecimiento. Una vez identificado esto, se aborda a la persona priorizando las necesidades de asistencia psicológica más urgentes. En este proceso, un profesional de la salud mental puede:
Trabajar en la autoestima
Cualquier persona en una situación de vulnerabilidad, está siendo desvalorizada la mayor parte del tiempo. En este sentido, apoyar a que puedan reconocer y apreciar sus recursos y fortalezas, es fundamental para incentivar un cambio cognitivo y conductual.
Buscar cuáles son las creencias limitantes
Identificar cuáles son las creencias limitantes y qué hay debajo de ellas. “¿No tengo capacidad para encontrar otro trabajo? ¿Se me dificulta aprender cosas nuevas? ¿Nadie me querrá contratar? ¿No tengo edad para ser atractivo en el mercado laboral?”, son algunos ejemplos que cita Ferreyra.
Trabajar los límites
Frente a situaciones de cualquier tipo de abuso, las personas deben ser capaces de establecer límites, de hacerse respetar. Para ello hay que trabajar habilidades sociales y facilitar estrategias de comunicación asertiva y efectiva.
Acompañar para una salida laboral exitosa
Dependiendo de la gravedad de la situación, el profesional acompañará al afectado a tomar la decisión de renunciar al trabajo tóxico. En este caso, se puede acompañar en la búsqueda de otro empleo, facilitando a través de otras conexiones la preparación para entrevistas, optimización de su hoja de vida y análisis de perfil profesional.
¿Qué pueden hacer las empresas?
Evitar el síndrome de Estocolmo laboral es también responsabilidad de las empresas. La recomendación de Ferreyra es migrar hacia estilos de liderazgo saludables, desarrollar planes de bienestar laboral, orientar una cultura centrada en la persona y considerar la salud mental como parte de la estrategia.
“Las organizaciones deben fomentar un entorno laboral seguro y saludable, así como tomar medidas para prevenir y abordar el abuso y la explotación. Incluir temáticas de bienestar y felicidad laboral, así como concientizar sobre los derechos laborales y humanos, para que los colaboradores estén más empoderados y puedan disponer de mejores recursos para defenderse”, considera.
Entre las consecuencias que puede traer consigo no tratar este síndrome lista:
Deterioro de la salud mental y física. El colaborador puede experimentar elevados niveles de estrés, ansiedad y depresión, así como agotamiento emocional, lo que impacta negativamente en su salud mental y física, afectando la calidad de vida y sus relaciones sociales. Continúa el abuso y la explotación. Si no se aborda, la persona se sigue sometiendo a situaciones abusivas, creándose un ciclo destructivo en el que el individuo sigue en su rol de víctima. Desarrollo de relaciones laborales tóxicas. Esto afecta la dinámica de equipo, el clima y la cultura de la organización. Estancamiento profesional. El colaborador se siente atrapado en su situación y se conforma con condiciones laborales inadecuadas, lo que conduce a la desmotivación y limita la búsqueda de oportunidades de crecimiento profesional.