¿Los ansiolíticos pueden ser parte de la felicidad?

La gente positiva sonríe mucho y se sorprende cuando alguien no les devuelve la sonrisa. Enérgicas, animadas, optimistas y poseedoras de la fórmula mágica ante la realidad del sufrimiento, el dolor y las dificultades existenciales, en un planeta donde los antidepresivos son el medicamento más recetado y su consumo representa las dos terceras partes del mercado mundial, analiza Oom Blanco, Ph.D.

Todo esto le provoca cuestionarse sobre si se ha investigado hasta qué punto el tomar ansiolíticos modifican las respuestas a una encuesta sobre la felicidad. Si se ha hecho,  ¿los encuestados son realmente felices por las pastillas o son infelices porque saben que dependen de ellas para sentirse bien?

«La explicación racional que nos ofrecen las investigaciones en el campo de la psicología es que el optimismo mejora la salud, la eficacia individual, la confianza y la capacidad de adaptación, facilitando que alcancemos nuestras metas, lo que es distinto al famoso pensamiento positivo”, expresión que se usa en dos acepciones», explica el neuropsicólogo y terapeuta.

Para él, la primera se refiere al pensamiento positivo en sentido propio; es decir estar dispuesto a ver siempre la botella medio llena, lo que realmente es optimismo y no es igual a esperanza. La esperanza es una emoción, un anhelo, un sentimiento que no depende enteramente de nosotros.

Mientras que el optimismo es un estado cognitivo, una expectativa consciente, que cualquiera puede alcanzar, en teoría, solo con ponerse a ello.

«En su segunda acepción, “pensamiento positivo” se refiere a la práctica (consciente, voluntaria y disciplinada) de pensar positivamente hasta convertirlo en una razón pragmática que nos hará sentir optimistas obligando que todo salga bien con el hecho de declararlo, algo así como un horóscopo programado a voluntad por concentración y deseo, estrechamente ligado a las constelaciones familiares que generan la reingeniería humana».

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El pensamiento positivo es la guia de quienes lo practican. (FREEPIK)

Todo esto se basa en que si uno espera que el futuro le sonría, el futuro le sonreirá, si uno declara que no habrá cáncer, el cáncer huirá ante el exorcismo de nuestra carga positiva…¿ es posible que suceda solo por haberlo pensado?. ¿Es racional que, misteriosamente, los pensamientos pueden tener una incidencia directa en el mundo real?», reflexiona.

Dos conceptos relacionados:

Disonancia cognitiva, que implica la incomodidad, tensión o ansiedad que experimentan los individuos cuando sus creencias o actitudes entran en conflicto con lo que hacen. Este displacer puede llevar a un intento de cambio de la conducta o a defender sus creencias o actitudes (incluso llegando al autoengaño) para reducir el malestar. Efecto Pigmalión o efecto Rosenthal, para referirse a la potencial influencia que ejerce la creencia de una persona en el rendimiento de otra.

«Si bien es cierto que de algún modo, los pensamientos negativos producen resultados negativos, no es verdad que los pensamientos positivos se materializan en forma de salud, prosperidad y éxito como afirman las explicaciones racionales y místicas que le  otorgan un gran valor al pensamiento positivo y consideran que merece la pena dedicarle tiempo y atención», aclara  el también docente e investigador.

Agrega que ya sea mediante las lecturas pertinentes, la asistencia a cursos y charlas de entrenamiento mental, o al menos el trabajo personal de concentrarse en aquello que se anhela, como ganarse la loto, por ejemplo.

Oom Blanco expresa que «si fuera cierto que las cosas van realmente a mejor y que la tendencia del universo es siempre hacia la felicidad y la abundancia, ¿por qué habríamos de molestarnos en pensar de forma positiva? Hacerlo es reconocer que no nos creemos del todo que las cosas vayan a mejorar por sí solas».

Explica que hemos llegado al extremo de creer a quienes se autodesignan (porque no hay carreras universitarias o formación seria basada en la evidencia para ello) instructores de esta disciplina (Cursos costosísimos,  coaches, predicadores y gurús diversos que definen su ejercicio con términos como “autohipnosis”, “control mental” o “control de pensamiento”).

En otras palabras,  al final se habla de una realidad tan dolorosa que implica  autoengañarse, así como esforzarse sin pausa en reprimir o bloquear lo indeseado y los pensamientos “negativos”.

«La práctica del pensamiento positivo se dirige a reforzar tal creencia frente a las muchas pruebas que la contradicen» Oom Blanco Neuropsicólogo, terapeuta, docente e investigador

Puede apreciarse una ansiedad de fondo en el núcleo mismo del pensamiento positivo y que se sostiene sobre una terrorífica inseguridad.

 Quienes de verdad tienen confianza en sí mismos, o quienes de alguna forma han llegado a sentirse conformes con el mundo en el que viven y con su destino, no necesitan emplearse al máximo en censurar y controlar lo que piensan.

De lo contrario, ¿por qué habríamos de molestarnos en pensar de forma positiva? Sanar es reconciliarse con la realidad, no querer modificarla ignorando aquello que está fuera de nuestro control, sino comprenderla aceptando la medida de la posible influencia que tenemos y trabajarnos para reencuadrar nuestra condición de lo que no podamos cambiar, agrega Oom Blanco.

 Esa verdad es el punto de partida a la plenitud, concluye.

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