Día de las Madres

Cuando mi mamá murió quedé profundamente triste. Hay heridas que duelen más que otras y para esta, que fue tan sorpresiva, no estaba preparado. Sentí, cuando la vi sin vida, que no podría soportar el dolor y me costó tiempo recuperarme. Hay dolores que te traspasan hasta hacerte perder el horizonte y nos derrumban.

No quise visitar más su casa pues el dolor me lo impedía. Mi cuñada se ocupó de recoger sus pertenencias, quedaba muy poco, mi mamá era de verdad ligera de equipaje y así había vivido, desatada, regalándolo todo.

Una mañana, ya pasado un tiempo, me entregó una caja que ella tenía guardada muy celosamente y mi cuñada entendió que solo mi hermano y yo tendríamos derecho a descubrirla. Confieso que la tuve en mis manos por varios días, quizás meses y no encontraba el valor para abrirla.

Una tarde, cuando pensé que podía manejar mis emociones, procedí a abrir la caja, un nudo en la garganta pero la firme decisión de contenerme:

fotos viejas, mis abuelos, mi hermano y yo, algunas notas de cumpleaños, oraciones, fotos de graduaciones, los nietos, algunas cartas que le había escrito mientras estuve fuera, comentarios sobre algunos libros, poemas recortados, casi todas las apariciones de prensa mía…

Aquí fue difícil contener las lágrimas pues al lado de algunas ponía comentarios que me llegaban al corazón, cuando ya creí que había revisado todo, encontré un pliego amarillento y desgastado, ya lo iba a dejar a un lado cuando me decidí a ver su contenido.

Estaba escrito con su puño y letra, una letra cursiva, elegante, y comenzaba como una plegaria a su Dios.  Siempre me decía que tenía una relación directa con Él. Tenía yo la vista nublada por las lágrimas que sin querer no paraban de brotarme.

En la carta, y de una manera sencilla, imploraba que nos liberara a mi hermano y a mí del sufrimiento de la vida y que nos acompañara siempre. Y terminaba pidiendo que todo el sufrimiento que pudiera venir a nosotros lo traspasara a ella.

Terminaba rogando, ‘evítales Señor todo el dolor‘ y esto subrayado como si quisiera que el Dios a quien le suplicaba entendiera de la importancia de su petición.

Si alguien me preguntara hoy cómo era mi madre no tendría cómo definirla, solo compararla con la belleza más pura y la abnegación absoluta, mujer desprendida que solo supo vivir para ayudar a los demás.

Guardo esa carta como un valioso tesoro, sé que ella me bendice siempre, lo siento dentro de mí, cuando me siento agobiado por los avatares de la vida la pienso, la busco, y de alguna manera sé que ella, desde donde está, me da fuerzas para seguir adelante.

El día de las madres son todos los días de mi vida.

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