Previo al concierto, parte del público asistente pudo escuchar la interesante charla sobre el espectáculo, a cargo de Eduardo Villanueva y Margarita Miranda, auspiciada generosamente por el Club Premium del Banco Popular.
En estas charlas ambos, con lenguaje llano y cercano, nos hablaron sobre lo que escucharíamos en el concierto, con anécdotas y relatos de la vida de los compositores. Estas charlas se han convertido en una tradición que el público espera y el bar del teatro se llena, además de que puedes disfrutar una sabrosa copa de cava.
Antes de los comentarios sobre el concierto, quisiéramos hacer notar que nos dio mucha pena comprobar que había muchos asientos vacíos en un concierto que estaba totalmente vendido y personas buscando entradas que no pudieron asistir. Ojalá tengamos una campaña, de parte del propio Teatro, la Orquesta y Sinfonía, de que si no vas a utilizar tus entradas las obsequies a alguien que sí asistirá o las devuelvas para que sean vendidas nuevamente o donadas a estudiantes de música, como pasa en muchos teatros del mundo, y así los que tienen el deseo de asistir puedan conseguir sus boletas.
El concierto inició con las notas del Himno Nacional, que se interpreta en el concierto de apertura y de clausura de la Temporada, dirigido por el Maestro Molina.
Luego del Himno entramos en la primera parte con tres obras de Richard Wagner, el hermoso y enérgico preludio del Tercer Acto de la ópera Lohengrim; luego, director y orquesta se lucieron con el Preludio y Muerte por Amor de Tristán e Isolda, pieza sublime de alta carga emocional que captura toda la pasión del trágico amor de Tristán e Isolda, e inmediatamente, luego de muchos aplausos, escuchamos la Obertura de la ópera Tannhauser, que es sin duda una de las más populares del compositor y refleja el conflicto entre los deseos terrenales y espirituales del protagonista de la ópera, el trovador Tannhauser.
Es bueno recordar que Richard Wagner se inspiraba para algunas de sus óperas en leyendas europeas y alemanas, como las que utilizó para la trilogía El Anillo del Nibelungo.
Indudablemente la OSN culminó la temporada con un programa cuidadosamente moldeado por su director titular, donde pudimos comprobar una vez más la madurez y el trabajo que el Maestro Molina ha realizado con la orquesta.
Pero aquí no terminó la noche, pues todavía nos faltaba por escuchar la Sinfonía Patética de Chaikovski, un compositor amado por todos. Esta sinfonía de rica orquestación es realmente emocionante, llena de bellas melodías, pero también de una expresión de profunda tristeza, que contrastan con movimientos de una pasión desbordante. El último movimiento es conmovedor y el director y la orquesta lo dieron todo. El silencio del final de este movimiento fue también el silencio del público, pues hubo una especie de suspiro general de admiración antes de ponernos de pie en un aplauso general y sentido.
El maestro Molina salió varias veces a escena agradeciendo, llevándose las manos al corazón, e indicando a los músicos de las diferentes secciones que se pusieran de pie para que también recibieran los aplausos de todos los asistentes. Las secciones de instrumentos de viento estuvieron especialmente espectaculares durante toda la noche. El sonido de los cornos fue realmente impresionante.
Una noche donde la gran invitada fue la orquesta y al frente de ella se podía notar el orgullo que sentía el Maestro Molina al dirigirla y escucharla, un orgullo de dos vías.
Felicitamos al Maestro Molina pues es un verdadero placer verle dirigir con la agilidad y fuerza que transmite al público y a la Orquesta. Y agradecemos esta temporada variada y emocionante, que despedimos con muchos deseos de escuchar más conciertos con el Maestro Molina y la OSN.
Fue una noche espectacular.