Valeria Mazza: «Abrí una puerta que no estaba explorada»

Convertida ya en un icono argentino, Valeria Mazza, la primera supermodelo latinoamericana, recorre su carrera y su vida personal en una miniserie documental de cuatro episodios con los que «ha abierto su corazón y las puertas de su casa» a sus admiradores y a aquellos que únicamente conocen su nombre de oídas.

A sus 51 años, la «top» rosarina criada en Paraná (provincia de Entre Ríos) sigue en plena forma y su apariencia no ha cambiado con respecto a la del pico de su carrera como modelo en los años 1990 y en la década de los 2000.

Su larga cabellera rubia y sus ojos azules la llevaron a lo más alto del mundo de la moda durante una era en la que la mayoría de las supermodelos eran europeas o estadounidenses.

«Yo creo que abrí una puerta que no estaba hasta el momento explorada», dice a EFE en una entrevista con motivo de la presentación de «Un sueño dorado», la docuserie producida por la plataforma de vídeo bajo demanda Paramount + y por la propia Mazza, que se estrenará en internet el próximo 8 de octubre.

Pionera latinoamericana

La modelo reconoce que su desembarco en Europa -que ocurrió en su juventud y la llevó a renunciar a una prometedora carrera como nadadora profesional- fue «complicada».

«Nada estaba planificado, ni planeado, ni organizado», dijo Mazza, que se instaló en Milán, la meca de la alta costura, en la que coincidió con Gianni Versace, Giorgio Armani, Salvatore Ferragamo y el resto de los grandes nombres de la moda italiana de la época.

En Milán, la argentina compartía un piso con varias compañeras de profesión.

«Era un mundo muy competitivo, con una exigencia muy grande porque trabajabas con tu cuerpo y había que entrar en el vestido», asegura la supermodelo, comparada entonces con la alemana Claudia Schiffer, algo mayor que ella, con la que guardaba un extraordinario parecido en su juventud y con quien la relación no siempre fue sencilla.

Para Mazza, lo peor de su etapa milanesa llegaba cuando el huracán diario de las pasarelas amainaba.

«Al final del día escuchas tantas opiniones sobre ti… Que eres muy alta, que eres muy baja, que eres muy gorda, que eres muy flaca, que tienes mucha ‘teta’ o muy poca, que tienes el pelo largo, que te lo deberías cortar, que te lo deberías dejar más largo», enumera.

«Es un poco abrumador, y al final lo único que quieres es poder trabajar y pagar las cuentas (…) Ahí es donde yo creo que se hace un poco peligroso», comenta la que fue protagonista de varias campañas de la casa Guess en la última década del siglo en el que el moda se consolidó como cultura de masas.

«El límite es la salud»

«El límite es la salud», insiste, momentos antes de atribuirle a la prensa una parte de culpa en aquella maraña de rumores que fueron los noventa. «La imagen era un poco lo que escribían de ti», afirma.

Precisamente sobre la belleza y las exigencias que los cánones imponen, Mazza -a quien en su infancia apodaban ‘la Rusa’- advierte que «las exigencia sociales son enormes en general, aunque tal vez más para las mujeres que para los hombres».

«Hay que verse bien, estar bien y cuando empiezas a trabajar hay que estar a la altura», menciona cuando EFE le pregunta por la oleada de operaciones estéticas que afecta a su país.

«Lo que me da miedo es lo de empezar a cambiar, lo de ‘me cambio el color de pelo, me hago una cirugía estética, hago el esfuerzo de bajar de peso’ y al final del día, te miras al espejo y no te reconoces», opina.

En este sentido, Mazza cree que falta aprendizaje sobre cómo usar la moda y apunta a que es la prenda la que debe adaptarse al cuerpo de las personas y no al revés.

«Lo importante es que resaltes tú», concluye.

No hay edad para la moda. Ni para la belleza

A sus 51 años, Mazza compatibiliza múltiples tareas con su dedicación al mundo de la moda, aunque ya no desfila en las pasarelas desde hace más de una década.

«Decidí dejar de hacerlo cuando supe que no me iba a subir a una pasarela al lado de una niña de 17 años», reconoce entre risas.

Madre de cuatro hijos, todos ellos junto a su marido y mánager, Alejandro Gravier, con quien se casó por todo lo alto en 1998 en un evento al que asistieron entre otros el astro del fútbol Diego Armando Maradona o el entonces futuro presidente de Argentina Mauricio Macri, Mazza se siente muy «acompañada» por su entorno personal.

Recientemente, la supermodelo protagonizó la portada de la prestigiosa revista Vogue en sus ediciones para México y el resto de América Latina.

«Cada vez hay más sitio para las mujeres de más de cincuenta años en el mundo de la moda (…) Es súper sano, porque no es que pasen los años y se termine la belleza, la vida o la moda. Todo lo contrario. Depende de cómo vos lo vivas y cómo te veas en el espejo», cree Mazza.

«La belleza está en todos lados y sobre todo en el ojo de quien la ve», apunta, tirando de sabiduría popular.

La que protagonizó portadas, comerciales de televisión y fue una presencia constante en las marquesinas y las fachadas de medio mundo concluye con una petición de clemencia para los que observan, ahora que contemplar está al alcance de nuestros dedos gracias a los teléfonos móviles.

«Hay que ser mucho más amorosos en la manera en la que miramos al mundo y al prójimo y en cómo nos miramos entre nosotros». No es poco, viniendo de la mujer que parece habernos visto pasar a todos desde las páginas de papel couché. 

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