Sí, en agosto hay carnaval y está vinculado con la Restauración de la República. En los años posteriores a ese hecho histórico se fue colando el carnaval entre los festejos que lo conmemoraban, al igual que ocurrió con el aniversario de la Independencia, que también coincidía con las carnestolendas.
Según documenta el historiador José Guerrero en su libro Carnaval, Cuaresma y fechas patrias (2003), el presidente Pedro Santana fue el promotor de la mezcla del carnaval y las fiestas patrias como una forma de ganar apoyos en la población.
Los años dorados
Diablo del carnaval del Gran Santo Domingo. (MARIANO HERNÁNDEZ)
Aunque en el pasado debió tener un alcance nacional, en la actualidad solo pervive, aunque con gran vitalidad, en el Gran Santo Domingo. Los sectores populares celebran aquí durante el mes de agosto un carnaval que a menudo pasa desapercibido para quienes no viven en esos lugares. Tal vez ha contribuido a esa poca visibilidad la estigmatización de ciertos barrios como marginales y conflictivos, como ha señalado la antropóloga Tahira Vargas con relación al carnaval de Villas Agrícolas.
Fue en Los Mina donde comenzó la idea de darle más carácter a los festejos que tradicionalmente se hacían en agosto y que habían decaído. En el año 2012, Joselito Gil y Enrique Scharbay (Momón) se propusieron promover los diablos cojuelos de las décadas de los años 70, 80 y 90, iniciativa que bautizaron con el nombre de los Años Dorados y que tuvo una gran acogida en los barrios del Gran Santo Domingo.
Se quería volver al disfraz capitaleño tradicional, el de espejos, cintas, cinturón con cencerros, careta de varios cachos, muñequitas en la pechera y múltiples vejigas de cuero de vaca; un traje sin plumas ni brillos, a pesar de las resonancias del nombre elegido para denominarlo.
Cada año se concentran los festejos en determinados barrios. En esta ocasión el primer domingo de agosto le correspondió a Invivienda. El segundo domingo terminó la fiesta en Villas Agrícolas después de recorrer San Carlos, Villa Francisca, Villa Consuelo y Villa Juana. Los Mina se reservó para el tercer domingo, y el gran cierre fue en Villa María el último domingo. El día 16, de la Restauración, se armó la fiesta en Villa Duarte. Y todavía quedaron ánimos para la llamada ñapa en Sabana Perdida, el 3 de septiembre.
Una verdadera cofradía
Familia de diablos en el carnaval del Gran Santo Domingo. (MARIANO FERNÁNDEZ)
Mientras buena parte de la ciudad está sumida en el letargo de las calurosas tardes de agosto, los barrios populares vibran con los colores y la música del carnaval. El sol abrasador no amilana a los diablos, que empiezan a concentrarse a partir de las tres de la tarde en determinados puntos. Uno se pregunta cómo no se achicharran bajo esas caretas, enfundados en aparatosos trajes de telas artificiales mientras desfilan sobre el ardiente asfalto en calles muy poco arboladas. Su entrega y pasión es lo único que permite explicarlo. No hay competencias ni premios en este carnaval, solo el mero disfrute.
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Conforman una especie de cofradía depositaria de un culto con fieles muy devotos. Entre ellos está una legión de diablos y diablas de vieja data conocidos por sus nombres más o menos completos o por sus apodos, como Franklin Careta, Vento, Velázquez, Grey Jiménez, Amarilis Delgado, Tony Berenjena, William 2, Papín, Cayayo, Chicho, Junior Simoa, Daniel Ariza, el Dr. Correa, Nikaury García, Emelyn Brador, Karina Medina, Rafaela Santos y muchos y muchas más.
«Un solo cuerpo en la calle sonando de alegría»
Carnaval del Gran Santo Domingo. (COMPARSA TEAM DEL SILENCIO)
Además de los carnavaleros propiamente dichos, comparecen puntualmente a la cita fotógrafos, antropólogos, diseñadores, careteros, folcloristas, sociólogos, etc., cada uno con su mirada particular.
Uno de esos antropólogos es Julio Encarnación, que alaba la espontaneidad de este carnaval y su carácter popular, el hecho de que los barrios lo esperen y lo vivan intensamente cada año, aunque critica que esté acogiendo una serie de influencias que van en detrimento de su esencia. «Muchas veces resulta difícil distinguir bajo la aparatosidad de algunos disfraces la esencia del diablo cojuelo capitaleño».
Otra mirada autorizada es la de Mariano Hernández, el fotógrafo del carnaval por excelencia, que se pronuncia en un sentido similar. También destaca su popularidad y su calado en los barrios del Gran Santo Domingo, por donde se derrama al margen de los actuales límites municipales, como nos hace notar. Sus fotos y las de muchos otros son la memoria gráfica de una tradición que resiste a golpe de entusiasmo y creatividad.
La antropóloga mexicana Leticia Trejo subraya la particularidad de este carnaval de agosto: «Carnaval es festejo espontáneo de la vida que se ha renovado. Es hacer comunidad, es decir ser un solo cuerpo en la calle sonando de alegría con tambores y campanas de diablos danzantes. Quizás por eso los Años Dorados celebrados en el mes de agosto sean más que en cualquier otra fecha un auténtico carnaval, sin competencias, y con el único premio de la fiesta. La institucionalización de lo espontáneo hace que se pierda su sentido primario. Los Años Dorados son del pueblo y, mientras lo sigan siendo, serán un carnaval«.
Dimensión patriótica
Dos diablas y un diablo en el carnaval del Gran santo Domingo. (MARIANO HERNÁNDEZ)
En palabras del sociólogo y folclorista Dagoberto Tejeda, el gran conocedor del carnaval dominicano, este carnaval de agosto tiene «una dimensión patriótica de revaloración y de resistencia en la conformación de expresiones de dominicanidad» (Acento, 02/08/2022).
El carnaval es la fiesta más democrática del país, a decir del folclorista Tomás Morel.