En esta etapa de mi vida que tengo el nido casi vacío, Gedeón Ernesto, mi perro con déficit de atención y escucha selectiva ha sido mi fiel compañero.
Como todo canino casero, Gedeón posee su propio reloj interno que trabaja con la misma precisión del Big Ben de Londres. Exige sus alimentos a las 10 a.m. y a las 7:00 p.m., y entre medias, su paseo. Cualquier otra cosa en el mundo se negocia menos eso.
Y es en esos momentos, paseando al perrito, que me ha dado con filosofar, concluyendo tanta divagación con algunas verdades fundamentales:
Las personas con perros en casa tienden a ser más cariñosas. O las mascotas las convierten. Es imposible negarse a dar cariño a un perro que te mira con las orejas bajitas, los ojos como el que tiene hambre y el rabito a mil. Aparte que te persigue ladrando hasta que saca su buena ración de “sobe”.
La gente con perros tiene que ejercitarse: los perros no deben quedarse todo el día en la casa a riesgo de que acaben con todo. Si no tienes un espacio para que ellos quemen energía, no tienes más opción que pasearlos sin importar el clima que haga. Ellos no tienen que ver que esté nublado y acabas de venir del salón, te pones tu gorra y sales a caminar.
La gente con perros es más paciente. Se requiere aguante para esperar que huela cada hojita y orine en cada arbusto con el que se tope. Y esperar con estoicismo que haga el número 2. Cuando he querido acortar el paseo o apurarle el paso, siempre encuentro “la venganza” en medio de la sala.
La gente con perros es más sociable. Nueve de cada diez veces que Gedeón me ha sacado a pasear encuentro a alguien que lo piropea. La educación obliga a devolver el saludo y surgen las conversaciones y amistades más improbables.
La gente con perros perdió la vergüenza y no le importa. Cuando la naturaleza llama a tu perro y hay que salir rápido, se sale con lo que se tiene puesto. Un dueño educado se hace de la vista gorda cuando otro dueño apurado baja con la peor de sus pijamas y los zapatos impares. Yo me he encontrado gente a medio cepillar. Por suerte a esas horas no se habla.
La gente con perros ama al animal, no la raza. He encontrado paseadores como yo que llevan con orgullo sus perros rescatados al lado de un carísimo can de raza impronunciable. En mi experiencia, a los perros no les importa el pedigree de su compañero y al dueño menos. Si algo tienen que compartir es la felicidad que ha llevado ese perrito perdido a la casa, que se convirtió en el mejor amigo de sus hijos y en el más fiel de los compañeros.
Dicho todo lo anterior, también es verdad que no todo el mundo sabe o puede tener perros en su casa. Sobre todo, aquellos que gastan miles en buenos alimentos y cortes de salón en veterinarias VIP, pero que son incapaces de recoger lo que el perro deja detrás, que también es de ellos. Los desechos sólidos de sus animales, olorosos y blanditos, son su responsabilidad. También es su responsabilidad pasearlos con correa, no importa el tamaño que tengan.
A nadie se le impone un animal de compañía, la gente los tiene porque los quiere, incluso porque los necesita, por eso me apena mucho enterarme que alguien los maltrata. Su compañía, su cariño y su alegría llenan la casa y muchas horas de tedio. Pero también requieren de mucha paciencia, perdonarles todo lo que rompen y entender que son una gran responsabilidad.