En una era en la que la inclusión es un tema que está en la mente de todos, es fácil olvidar que la discriminación tiene muchas caras y una de las que se le da menos atención de la que merece es el capacitismo. Mejor conocido como “ableism” en inglés, el capacitismo es un tipo de prejuicio social contra las personas con discapacidad cuya visión consiste en que las personas “capacitadas” son la norma en la sociedad y que los individuos con discapacidad o diversidad funcional deben adaptarse a esta norma o ser excluidos. Este tipo de discriminación se puede manifestar en distintos ámbitos del día a día de una persona con discapacidad. A continuación, veremos cinco formas en las que el capacitismo se lleva a cabo.
1. La falta de oportunidades
Un ejemplo muy común del capacitismo ocurre en el contexto laboral, específicamente cuando el profesional que es candidato para un puesto de trabajo dentro de una empresa es rechazado desde el instante que informa a dicha entidad sobre su discapacidad. Esta falta de inclusión laboral ha llegado al punto de que sólo un 35 % de las personas con discapacidad ha logrado ser integrado laboralmente.
2. El diseño de la exclusión
Las personas con discapacidad, especialmente aquellos con movilidad reducida o dificultades de visión, tienen que lidiar con el hecho de que tienen que aprender a navegar y trasladarse en ambientes que no fueron diseñados con ellos en mente y esto se nota en la falta de accesibilidad en los diseños de edificios, espacios públicos, medios de transporte y hasta eventos.
3. El sutil lenguaje de la discriminación
El capacitismo también puede surgir en la forma que las personas se expresan cuando se emplean términos o palabras que devalúan a un individuo con discapacidad. Esto ocurre cuando, por ejemplo, se utilizan palabras asociadas a una discapacidad como un insulto o un tipo de burla. Esta mentalidad también se nota en comentarios que sutilmente revelan una actitud prejuiciosa contra personas o grupos marginados.
4. Limitaciones en la educación
Tanto en colegios como en universidades, una persona con discapacidad se puede topar con profesores que no están preparados para trabajar con alguien con requerimientos específicos o que simplemente no hacen caso a las “necesidades” de esos individuos. Asimismo, hay instituciones académicas que prefieren evitar las complicaciones de tener que lidiar con estudiantes con discapacidad.
5. La falta de consciencia en las interacciones
Otra situación que es muy común es el hábito de subestimar a una persona con una discapacidad o diversidad funcional, específicamente aquellas que son consideradas “invisibles” como trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o trastornos del espectro autista (TEA). Esto se puede manifestar en interacciones en las que se le habla a una persona con discapacidad como si fuera un niño o niña o asumir que no se pueden adaptar a un entorno que no le es favorable porque le falta voluntad.