Si se tienen en cuenta el número de Óscar, Katharine Hepburn sigue siendo la mejor actriz de la historia del cine puesto que nadie ha superado sus cuatro estatuillas, y eso que ahora se cumplen 20 años de su muerte.
Pero no es solo por sus premios, sino por un talento y una elegancia fuera de lo común.
Solo hay que volver a ver joyas como «The Philadelphia Story» (1941), «Woman of the Year» (1943) «The African Queen» (1952), «The Lion in Winter» (1969) «On Golden Pond» (1982), para darse cuenta de la variedad de registros de una actriz que hacía parecer todo fácil.
Aunque en su vida privada no era tan fácil. Tenía una fuerte personalidad y la tachaban de arrogante y de altiva, algo que no le importaba porque si algo caracterizaba a la «diosa», un apelativo usado a menudo para referirse a ella, era una feroz independencia.
También era rápida en sus respuestas y de una modernidad apabullante. Fuera de sus personajes nunca vestía falda; la periodista Bárbara Walters le preguntó en una ocasión si no tenía ninguna, a lo que la actriz contestó: «Tengo una señora Walters. La llevaré en su funeral».
Un ejemplo sencillo y contundente de la personalidad irreverente de una actriz que nunca se plegó a lo que se esperaba de una estrella del cine, y que ni siquiera pareció afectada por el escándalo que provocó su relación con Spencer Tracy, un hombre casado y católico que nunca se separó de su esposa.
Era inteligente, físicamente deslumbrante justamente porque su belleza no se ajustaba a los cánones de la época, y una defensora a ultranza de la libertad y las mujeres, no en vano su madre, Katharine Martha Houghton Hepburn, fue una líder del movimiento sufragista de Estados Unidos.
Criada en una familia acomodada de Hartford (Connecticut, EE. UU.), Katharine Houghton Hepburn (1907-2003) tuvo una infancia feliz, rota por el suicidio de su hermano Tom cuando tenía 14 años, un hecho que la marcó profundamente, aumentó su ya enorme timidez pero también la fortaleció y le hizo refugiarse en una ironía y sarcasmo que se convertirían en dos de los principales rasgos de su personalidad.
Cuando aún no había comenzado su carrera como actriz y tenía solo 21 años, en 1928, se casó con un empresario, Ludlow Ogden Smith, a quien hizo cambiarse el apellido, por Ogden, porque le parecía muy aburrido llamarse Katharine Smith. Un matrimonio que duró muy poco, aunque no se divorciarían hasta 1934.
Luego llegaría el multimillonario, productor, director y piloto Howard Hugues, con el que mantuvo una apasionada relación que quedó reflejada en la película «The Aviator» (2004).
En una biografía escrita por Charlotte Chandler, la actriz aseguró que Hugues había sido su mejor amante. Pero el hombre que marcó su vida fue Tracy, un machista que poco tenía que ver con la mentalidad de Hepburn.
Pero pasaron juntos 25 años, hasta la muerte del actor en 1967. «Tracy nunca me dijo que me quería. Si lo dijo, no me acuerdo, aunque siempre fui reacia a creerlo. Vivimos de una forma muy abierta, nunca me molestó tener una relación con un hombre casado y tanto su mujer como yo vivimos ignorándolo mutuamente», afirmó la actriz en la entrevista con Bárbara Walters.
Siete años después del fallecimiento de Tracy se produjo la única aparición de Hepburn en una ceremonia de los Óscar, en 1974, para entregar el premio Thalberg Memorial al productor Lawrence Weingarten.
«Soy la prueba viviente de que una persona puede esperar 40 años para ser generosa», dijo la actriz ante un auditorio puesto en pie en referencia al primero de sus cuatro Óscar, por «Morning Glory «, conseguido en 1934 y que no recogió.
Ni ese ni los tres siguientes, en 1968 por «Guess Who’s coming to Dinner», en 1969 por «The Lion in Winter» y en 1982 por «On Golden Pond».
Solo ella tiene cuatro premios de la Academia de Hollywood, por tres de Ingrid Bergman, Meryl Streep, Daniel Day-Lewis, Frances McDormand, Jack Nicholson y Walter Brennan.
Una brillante carrera y una vida muy intensa ante la que siempre puso una sonrisa. Como dijo en una entrevista con Barbara Lovenheim: «La vida puede ser salvajemente trágica a veces y he tenido mi parte. Pero pase lo que pase contigo, tienes que mantener una actitud un poco cómica. Al final, no tienes que olvidarte de reír».