La adolescencia, etapa en la que construimos y definimos nuestra identidad, estaba marcada en décadas anteriores por la presencia de ritos de paso y referentes culturales sólidos que ayudaban a los jóvenes a encontrar su lugar en el mundo.
En algunas culturas, un joven debía pasar una noche solo en el bosque, enfrentando sus miedos, antes de ser reconocido como adulto; también se organizaban ceremonias que marcaban su transición a la vida adulta.
Esos rituales no solo les daban un lugar en la comunidad, sino que les ayudaban a entender quiénes eran y cuál era su papel en el mundo.
En nuestro entorno, el servicio militar obligatorio en España fue un rito de paso que marcaba el final de la infancia y el comienzo de la vida adulta para muchos varones jóvenes; también, en diversos municipios del Pirineo de Lleida, Huesca, Andorra y Francia se bajaban las “falles”, que servían de transición a la vida adulta.
Hoy estos referentes han sido reemplazados por modelos más fragmentados y cambiantes (extensión de la educación, incertidumbre laboral, dependencia económica prolongada y relaciones personales y familiares en constante transformación), lo que complica la tarea de construir una identidad sólida.
Por si fuera poco, las tecnologías digitales ofrecen a los adolescentes nuevos canales de expresión y conexión, pero también introducen una serie de desafíos y riesgos que no se pueden ignorar.
Cinco horas al día conectados
Abusar de la conexión a dispositivos digitales deja a los adolescentes sin tiempo para pasar tiempo con amigos o practicar deporte. (SHUTTERSTOCK)
El uso excesivo de tecnologías digitales tiene varias consecuencias negativas para los adolescentes, que van desde problemas en el rendimiento académico hasta dificultades en la interacción social.
Una proporción significativa de adolescentes pasa más de cinco horas al día conectada a dispositivos digitales, tanto durante la semana como los fines de semana.
Son horas que no dedican a actividades más tradicionales y presenciales, como pasar tiempo con amigos, practicar deportes o disfrutar de la naturaleza.
El mismo informe señala que el 65.1 % de las chicas y el 54.1 % de los chicos duermen con el móvil en su habitación, y un número significativo de ellos continúa conectado a internet después de la medianoche.
Esta conducta no solo afecta su rendimiento académico, sino también su bienestar emocional y sus relaciones familiares.
Aunque menos novedosa, la adicción a los videojuegos también afecta al bienestar emocional y a la satisfacción con la vida.