La imaginación y la creación llegan con la educación y la cultura

Entre la tormenta de titulares con la que tenemos que convivir a diario me llamó la atención el pasado viernes el del editorial de Diario Libre que rezaba así: «Noticia ignorada». Imaginé de inmediario que si era una noticia «ignorada» debía de tratarse de algo relacionado con la educación o la cultura.

Nos dice el Diccionario de la lengua española que ignorar es ‘no hacer caso de algo o de alguien, o tratarlos como si no merecieran atención’. No me equivocaba.

El editorial de Diario Libre nos recordaba que, entre guerras infames y emergencias climáticas y ambientales, el mundo se había reunido en Abu Dhabi en la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre Educación Cultural y Artística 2024 para hablar de la imperiosa necesidad de conjugar educación y cultura.

En el extenso documento final que refleja las resoluciones de este conferencia, una frase brilla entre todas: «Es necesario redoblar esfuerzos para imaginar de nuevo y configurar un futuro pacífico, justo y sostenible para todos».

Volvamos al diccionario, siempre una brújula útil para orientarnos en el mar de las palabras. Imaginar y configurar. Imaginar,  ‘representar en la mente la imagen de algo’ e ‘inventar o crear algo’; configurar, ‘dar determinada forma a algo’.

Crear algo en nuestra mente y después darle forma. Nada más y nada menos que «un futuro pacífico, justo y sostenible para todos».

La imaginación y la creación vienen de la mano de la educación y la cultura. Una educación bien diseñada enciende la curiosidad y la inquietud por compreder, aporta conocimientos y los afianza, y provee herramientas para seguir aprendiendo de forma autónoma durante toda la vida.

La cultura y las artes deben estar incluidas en el proceso de aprendizaje. Refuerzan los conocimientos y herramientas adquiridos con la enseñanza,  los ejercitan, animan a ponerlos en práctica, fomentan la expresión personal y el diálogo y el entendimiento de quienes somos y, casi tan importante, de quienes son los otros.  

Un primer reto es poner a nuestros niños y jóvenes en contacto con la cultura y el arte en todas sus manifestaciones. Un segundo reto consiste en enseñarles a dialogar con el arte y la cultura, no a pasar frente a ellos como lo hacen con las omnipresentes imágenes de las redes sociales.

Y con la reflexión y el diálogo  se acrecientan la capacidad de análisis, de expresión y de creación. Quizás el reto más importante sea conseguir esta conjunción entre enseñanza y cultura y hacerla accesible para todos con igualdad de oportunidades.

No hace falta recordar que esto solo se consigue con un profesorado bien formado, bien retribuido, con medios a su disposición, y digno de reconocimiento profesional y social.  

Ya decía Aristóteles en su Metafísica que «todos los seres humanos desean por naturaleza saber», que «el género humano vive también gracias al arte y los razonamientos» y que persigue «el saber por afán de conocimiento y no por utilidad alguna».

El profesor Nuccio Ordine, en su obra Los hombres no son islas, nos recuerda que las palabras del filósofo griego son una respuesta a aquellos obsesionados por la improbable utilidad del arte: «Aristóteles nos recuerda que el auténtico conocimiento no sirve, porque no es servil, porque nos ayuda a hacernos mujeres y hombres libres».

¿Queremos mayor utilidad para el arte y la cultura que ayudarnos a ser libres para imaginar y crear un mundo que nos permita vivir e, incluso, sobrevivir?

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